Población y cambio climático a propósito de Laudato Sí
He visto circulando en redes sociales varias reacciones a la reciente encíclica del Papa Francisco sobre medio ambiente y cambio climático, Laudato Sí. Específicamente, el rebote en La Mula y en varios blogs personales del artículo de Lawrence Krauss, quien básicamente argumenta que, si bien la encíclica tiene el mérito de reconocer varias verdades sobre el cambio climático, la ideología religiosa del Papa absorbe su contenido empírico. Se critica que “…su análisis bíblico lleva a la falsa conclusión de que los métodos anticonceptivos y el control de la población no son estrategias adecuadas para ayudar a un planeta con recursos limitados". El artículo de Krauss pone así el énfasis en los problemas ambientales derivados de la sobrepoblación y nos dice que “Una población de 10 mil millones de personas para el 2050 será esperablemente insostenible en un nivel en que todos los humanos tengan alimentación, agua, medicamentos y seguridad adecuadas”.
Pues bien, mi opinión es la siguiente: el artículo de Krauss no es solo mezquino con Laudato Sí, sino además lleno de ideología y lenguaje “científico” que poco tiene de neutral u objetivo. Escoger el tema poblacional para tratar de forma despectiva el documento no tiene nada de inocente. Se utiliza un lugar común en la comunidad científica conservadora (que el problema del cambio climático se debe al aumento poblacional) que la mayoría de personas acepta como verdad indiscutible, para que la encíclica parezca un capítulo más de la intransigencia de la Iglesia respecto a los métodos anticonceptivos, y no el documento progresista, contestatario e incómodo a los grandes intereses que en realidad es.
No soy católico y estoy a favor de los métodos anticonceptivos y demás puntos de agenda progresista en términos de derechos sexuales y reproductivos. Mi crítica es la siguiente: desde Malthus en el siglo XVIII, pasando por la influencia del informe sobre “Los límites al crecimiento” de los años setenta, hasta nuestro ambientalismo contemporáneo, la comunidad científica mainstream ha repetido hasta el cansancio que el aumento poblacional es la principal causa de la crisis ambiental. El discurso es más o menos así: el planeta tiene una capacidad de carga (carrying capacity) limitada y al paso que vamos de incremento poblacional, industrialización, contaminación y producción de alimentos vamos a alcanzar esa capacidad y habrá un colapso, ya que los recursos son finitos. Las respuestas lógicas son detener el crecimiento poblacional y usar modelos de producción más “sostenibles” y comportamientos personales más amigables con el ambiente como el reciclaje, menor consumo de plástico, manejar menos el carro, etc. El slogan del día mundial del ambiente lo resume bien: “7 mil millones de sueños. Un solo planeta. Consume con moderación”.
¿Qué es lo que ha causado el cambio climático actual? La emisión de gases de efecto invernadero, principalmente el CO2. ¿Qué causa principalmente la emisión de CO2? El uso de automóviles, la industrialización. ¿Dónde se emite la mayor parte de gases que ha causado el cambio climático actual? Estados Unidos y Europa, más recientemente China. América Latina y África no llegan juntas ni al diez por ciento de las emisiones globales. Igual escuchamos, con aura científica, que, para luchar contra el cambio climático, los países de estas regiones deben reducir su población. Vemos poco énfasis en las acciones para reducir el uso del automóvil en Estados Unidos, lo cual debería ser el primer punto de agenda inmediata para enfrentar el problema de forma directa. No vemos en esto a Lawrence Krauss ni al resto de científicos naturales. Es más fácil plantear que los pobres en África dejen de reproducirse.
Más aun, este discurso asume que el modelo de acumulación es inamovible, así como son fijos los “recursos finitos” del planeta. ¿No podemos cambiar el patrón de consumo? ¿No podemos detener la destrucción de bosques y la extracción violenta de recursos? En este modelo, la respuesta es no. Las dinámicas político-económicas que nos han llevado al abismo ambiental, a saber, la lógica propia del capitalismo y su acumulación para acumular más, no están en discusión. Así, si ahora hay 7 mil millones de personas, cuando lleguemos a 10 mil habrá un colapso, porque todo necesariamente tiene que seguir igual. En términos materiales, con la producción de alimentos mundial actual se puede erradicar el hambre global. Pero sabemos que eso no ocurre por desigualdades estructurales. Y más aún, sigue el acaparamiento de tierras, la deforestación, la minería en cabecera de cuenca, etc. El problema son, otra vez, los pobres del tercer mundo, que no quieren usar métodos anticonceptivos.
Veamos qué dice la encíclica Laudato Sí en su criticado punto 50:
“En lugar de resolver los problemas de los pobres y de pensar en un mundo diferente, algunos atinan sólo a proponer una reducción de la natalidad. No faltan presiones internacionales a los países en desarrollo, condicionando ayudas económicas a ciertas políticas de «salud reproductiva». Pero, «si bien es cierto que la desigual distribución de la población y de los recursos disponibles crean obstáculos al desarrollo y al uso sostenible del ambiente, debe reconocerse que el crecimiento demográfico es plenamente compatible con un desarrollo integral y solidario»[ Consejo Pontificio Justicia y Paz, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, 483.]. Culpar al aumento de la población y no al consumismo extremo y selectivo de algunos es un modo de no enfrentar los problemas. Se pretende legitimar así el modelo distributivo actual, donde una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar, porque el planeta no podría ni siquiera contener los residuos de semejante consumo. Además, sabemos que se desperdicia aproximadamente un tercio de los alimentos que se producen, y «el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre»[ Catequesis (5 junio 2013): L’Osservatore Romano, ed. semanal en lengua española (7 junio 2013), p. 12.]. De cualquier manera, es cierto que hay que prestar atención al desequilibrio en la distribución de la población sobre el territorio, tanto en el nivel nacional como en el global, porque el aumento del consumo llevaría a situaciones regionales complejas, por las combinaciones de problemas ligados a la contaminación ambiental, al transporte, al tratamiento de residuos, a la pérdida de recursos, a la calidad de vida”
Amén. Como dije, no estoy de acuerdo con la política anticonceptiva de la Iglesia ni la voy a defender. Pero sí estoy de acuerdo con la idea central del párrafo citado. No existen los “límites naturales” ni una “capacidad de carga” fija. Ambas son socialmente construidas, al igual que las necesidades o la escasez. Los cambios tecnológicos también mueven estos límites en una u otra dirección. La naturaleza no es algo que está “allá afuera” y debemos salvar, sino que cobra relevancia únicamente a través de las relaciones humanas con el ambiente natural. Y el punto central es cómo y para qué se producen esas relaciones con la naturaleza.
Laudato Sí tiene 246 puntos. Los que podríamos llamar “teológicos” los salté rápidamente porque no me interesa discutirlos. Pero la mayoría de los puntos sobre la discusión ambiental son muy buenos, sorprendentes viniendo de una institución como la Iglesia Católica. Por ejemplo, las referencias a la “explotación inconsiderada de la naturaleza”, la “urgencia y la necesidad de un cambio radical en el comportamiento de la humanidad”, la “deuda ecológica” entre el Norte y el Sur, “Las exportaciones de algunas materias primas para satisfacer los mercados en el Norte industrializado han producido daños locales, como la contaminación con mercurio en la minería del oro o con dióxido de azufre en la del cobre”, la noción de que “los pueblos en vías de desarrollo, donde se encuentran las más importantes reservas de la biosfera, siguen alimentando el desarrollo de los países más ricos a costa de su presente y de su futuro”, el llamado a “eliminar las causas estructurales de las disfunciones de la economía mundial y corregir los modelos de crecimiento que parecen incapaces de garantizar el respeto del medio ambiente”, la discusión de temas de fondo como la cuestión del agua, la pérdida de biodiversidad, degradación social, inequidad planetaria, debilidad de la reacción política internacional, la dominación de la naturaleza por parte del ser humano, el paradigma tecnocrático, la concentración de las decisiones tecnológicas en pocas manos, el antropocentrismo moderno, y un largo etcétera. Para terminar, el documento… invita al debate científico!
Pienso que este texto es de lectura indispensable para cualquier interesado en el debate ambiental contemporáneo. Siempre es bueno pelearse con la Iglesia por temas de derechos sexuales, pero forzar esa discusión a raíz de Laudato Sí me parece un error. Al contrario, la encíclica tiene muchísimos elementos progresistas notables. A leer.