#ElPerúQueQueremos

foto: efe

La hora del interés público

Publicado: 2020-05-06

En estos momentos nos estamos jugando la posibilidad de echar a andar un Estado que funcione. No me refiero a que se transforme de la noche a la mañana y alcance los niveles europeos que imagina la presidenta de Confiep. Me refiero a la necesidad, urgente pero de largo aliento, de volver a fundar el Estado peruano. Sin muchos aspavientos, romper los nudos y poner el interés público por delante.   

Perú está progresando. Pero a la vez, es crónicamente disfuncional. Como lo veo, lo que ocurre es que hay un nudo irresuelto en el corazón del pacto social. Un problema fundacional, que viene de la colonia, la república, la reforma agraria y todo el resto de la historia. La situación actual ha evidenciado los límites de la economía de mercado desregulado e informal que ha vivido el país en los últimos 30 años. ¿Cuál es el balance? En mi opinión es positivo, pero no da para más. El crecimiento económico es innegable, de proporciones transformadoras. Está claro que no podemos impulsar modelos que atraen pobreza. Todos queremos tener plata. Más de la que tenemos en este momento. Y todos queremos que la sociedad en general sea más próspera, que funcione mejor.

Entonces: ¿qué pasa? El problema de siempre ha sido el Estado. Funciona mal, todos nos quejamos del Estado. Es reflejo del proyecto público, que es disfuncional. Ahí regresa la historia: recurrentemente gobernantes liderando proyectos (más o menos amplios) de enriquecimiento ilícito. Desde la Colonia es igual: gente que usa el Estado para robar. Diría que hay dos grandes tipos: la extorsión a nivel micro y el negociazo a nivel macro. En las redes de la tramitología (el concepto me parece real, en serio) se roba con la agilización de trámites. Y hay un componente fuerte de precariedad: descoordinaciones, regulaciones absurdas, descuidos de gestión que hacen todo menos predecible y engorroso a la vez. No obedecen a ningún complot en particular.

El otro tipo, el del negociazo, también es fundacional. Viene desde el inicio de la Colonia (triste papel de los Incas incluido), pasando por el bochornoso siglo XIX y las grandes fortunas del siglo XX. El clásico estilo peruano de usar al Estado para obtener ganancias extraordinarias. Y en ese sistema siempre ha coexistido (últimamente mejor que nunca), el gran capital. Ha habido mucho negociazo, la mayoría bueno para ellos y sus bases, malo para el país.

¿Qué hacemos? El país tiene todas las condiciones para funcionar mucho mejor que ahora. Hay recursos, hemos creado cierta riqueza, la sociedad tiene sus formas propias de organización. La gente es simpática, se come rico, tenemos a Machu Picchu, fuimos al mundial etc. Y nos hemos civilizado, al menos en el sentido de que matarse por razones políticas envejeció muy mal. Las muertes absurdas por el crimen y los accidentes de tránsito sí son alarmantes y es prioridad detenerlos.

Y claro, el problema principal es la pobreza. Está bien todo el rollo de las cifras. Hemos mejorado. Pero no me jodan: la pobreza es evidente. Hay mucha gente que vive al milímetro con la plata, porque sencillamente no le alcanza para llevar una vida tranquila. A pesar de que trabaje diligentemente. La pobreza es el problema principal. Y está maquillado por las estadísticas. Si no, miren a las personas que tuvieron que regresar caminando a provincias, o a las que salen a vender sandalias en La Paradita en plena pandemia. Posiblemente varias de ellas no sean pobres según las mediciones de pobreza monetaria más extendidas.

Entonces, claro, lo que hay que hacer es llevar el mercado formal a todos los rincones posibles. Para eso se necesita inversión, sí, pero también Estado. Y acá la pregunta del millón: ¿qué tipo de Estado? Sé que es fácil decirlo y difícil implementarlo, pero tiene que ser un Estado que no se base en el sellito, sino en la confianza. Reglas claras y razonables, sanción para el que incumple. Obvio. Además: márgenes razonables de ganancia, sí, derechos laborales también. Incentivos tributarios para aquellos negocios que se incorporen a la tributación, no para los grandazos bien establecidos. Y claro, servicios públicos de calidad. Los servicios públicos esenciales tienen que tener oferta de calidad. En esto lo subsidiario debe ser lo privado. Ahí donde no se alcanza el estándar, donde la gente quiere trato premium top, que se entiendan entre privados. Pero a nivel básico, el estándar para cualquiera, estamos lejísimos y lo que toca es mejorar ya.

¿Suena keynesiano? Sí pues, evoca mucho de Keynes, como referencia introductoria. Es el regreso pendular al capitalismo regulado. En su versión anterior, del siglo XX, esta versión se desarrolló en el contexto de la Guerra Fría. Era eso o el comunismo. Porque antes, en 1929, ya se había demostrado que el mercado desregulado era inviable. Ese es precisamente el punto de Polanyi en su Gran transformación: el mercado desregulado deshumaniza y conduce al caos. Es un sistema que trae desigualdades que la sociedad a la larga no tolera. No nos conviene.

Lógicamente no podemos regresar al New Deal, no estamos en 1950. Los tiempos son de cambio climático, nuevo amanecer de China (no es el primero), redes sociales y memes. Tal vez lo más constante es el cobre. Pero el lucro obsceno ya es cringe. Y las pesadillas etnocaceristas a estas alturas son demasiado serie b.

Ya bueno, ¿qué hacemos ahorita? Este no es el artículo con las soluciones técnicas, es solo una reflexión recontra macro y de larga duración, sobre política y sociedad. El presidente hoy es Vizcarra. Que ha sido espectacular (en el sentido literal), porque en buena cuenta puso en práctica un razonamiento de Estado, alejado de las mafias y los lobbys. Su consolidación, que parecía improbable, fue gracias a que sintonizó con un proyecto ciudadano, de sentido común, sobre cómo debe organizarse el país (proyecto que ha encontrado limitaciones, es evidente). Pero luego de la catástrofe política se impuso cierta razón de Estado, basada en el respaldo ciudadano si cabe el término. Es revelador que estos reflejos republicanos (?) se dieran con alguien que no fue elegido y tiene un encargo temporal muy claro. Ahora no sabemos en qué condiciones haremos las elecciones de 2021.

El desastre político reciente fue mayúsculo. Es impactante que el país haya salido relativamente bien parado y haya empezado la pandemia con buen pie, dentro de lo posible. Hoy las carencias y disfuncionalidades del Estado, las de fondo, son insoportables. Podrían agravarse si volvemos a la trifulca partidaria, las mafias y los lobbys. El vacío de poder partidario debería ser ocupado ahora por una gran concertación ciudadana: pensar en el interés público y construir un Estado a la altura de nuestro potencial. No queda otra.


Escrito por

Juan Luis Dammert B.

Ph.D en Geografía (Clark University, Massachusetts) y Licenciado en Sociología por la PUCP.


Publicado en

Ecología Política

Todos los proyectos ecológicos son simultáneamente proyectos político-económicos, y viceversa. David Harvey.